Reto de amor: vivir en familia


Buenos días hoy Sión nos lleva al Señor.
Que pases un feliz día
HIJO PRÓDIGO ELECTRÓNICO

En la sala de trabajo del Noviciado tenemos un ordenador al que llamamos «el Jefe». Es realmente el señor de la sala: desde él se controlan todas las impresoras, tiene las copias de seguridad de prácticamente todo, en él están todos los documentos importantes…

Cuando tenemos Jornada Monástica, y a mí me toca preparar la liturgia (documentos con Laudes, Vísperas… todo seguido y colocadito para que nadie se pierda). Todo el material para hacerlo está también en «el Jefe». Pero la liturgia no es lo único que hay que preparar. Total, que es empezar y…

-¿Me dejas un segundo, que le doy a imprimir…?

-Un momentito, que voy a coger en un pincho ese documento

-¿Puedo buscar esta carpeta?

Vale, lo reconozco. Cuando me pongo a trabajar en un ordenador, mi nivel de paciencia desaparece antes de empezar. Así que ya iban varias veces en que al final de la mañana iba a pedir perdón a la que le hubiera pegado un bufido…

Pero esta vez tenía un plan B. Cogí un ordenador portátil que estaba muerto de la risa por falta de uso y lo llevé a la sala. ¡A partir de ahora, abandonaría al Jefe! ¡Libertad para todo el mundo! Pero nada más empezar, el cable de alimentación no funcionaba. Israel rebuscó por todo el Novi y lo arregló. Cuando logró arrancar, no leía los documentos. La pobre Israel se pasó una mañana de informática hasta que lo arregló. Y, cuando por fin funcionaba, el ordenador dio un mensaje de que era necesario reiniciar. Le hice caso. Cinco horas después, seguía en pantalla ese magnífico cartelito de «apagando el equipo». ¡Dos mañanas enteras perdidas! ¡Me subía por las paredes!

Justo en ese momento, Lety me hizo la famosa pregunta:
-¿No estará queriendo decirte algo el Señor?

Tras un par de horas delante del Sagrario, también yo dije aquello de «¡Con lo bien que se estaba en la casa de mi Padre…! Volveré al ordenador común.»

Hoy el reto del amor es vivir en familia. Y es que Cristo quiso que todos formáramos una gran familia, siendo todos hermanos, con un único Padre. Pero hay veces que parece que los hermanos no hacen más que molestar, interrumpir el trabajo… son esos días en los que lo único que se desea es irse a una isla desierta. Sólo conozco a una persona a la que le encantan las interrupciones y, cuantas más veces, mejor. ¡Es Cristo! Le encanta que estemos continuamente llamándole, ¡es que salta de alegría! Pero muchas veces se nos olvida hablar con Él… Si hoy alguien te interrumpe tu trabajo, ¡no pierdas la oportunidad! Deja lo que estés haciendo con una sonrisa y, ¡aprovecha para saludar a Cristo! ¡Hoy esa será tu «alarma»! ¡Feliz día!

¡VIVE DE CRISTO!

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